Ídolo en Zagreb e ídolo en Belgrado. La carrera de Robert Prosinecki no se entiende sin su amor al fútbol, que empieza cuando de niño su padre se empeñó en que jugara para el Dinamo de Zagreb. Un amor que fue golpeado una y otra vez por las lesiones y por una guerra horrible que apareció en el mejor momento de su vida. La carrera de Robert está llena de récords, anécdotas y decisiones inesperadas que le convierten en un futbolista único. Cuando todo parecía acabado para él, Prosinecki resurgió de las cenizas para llevar a Croacia al tercer puesto en el Mundial de 1998 en Francia.