A finales de los años 70 en España, el Superintendente mayor de policía, Santiago Uribe, conocido por el mote de Caraperro, y el inspector Javier Morales, conocido por el mote de, El Mujeriego, entraron en la escena del crimen, con una expresión de sorpresa y preocupación. Frente a ellos, sobre la cama, yacía el cadáver de una mujer joven, con el rostro desfigurado por el terror y el dolor. A su lado, un hombre de mediana edad, vestido con un caro y elegante traje y corbata de seda.
El hombre, la abrazaba con fuerza, como si quisiera protegerla de algún mal. Ambos asesinados con un disparo mortal en la cabeza. Estaban cubiertos de sangre, que también salpicaba las paredes y el suelo de la habitación. El caso al parecer, tenía especial relevancia. Se sospechaba, qué podían estar implicados políticos de alto nivel, fiscales e incluso policías corruptos.
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