El mundo de la cultura está siendo sostenido en la actualidad por colaboradores a tiempo parcial, entusiastas becarios y figuras diversas para la gestión de redes. La creación y las tareas que lo acompañan quedan así condenadas a traducirse en un puñado de tareas ejecutadas de forma intermitente, a cambio de mendrugos de reconocimiento, basadas en tarifas de miseria o asumidas más como un hobbie arrollador que como un empleo digno de tal nombre.
Un reciente informe de las universidades del País Vasco y Universitat de Barcelona, pone de relieve que aunque este sector generó alrededor del 2,4% del PIB en 2019 y un 3,5% del empleo total en 2020. Pero su valor va más allá de su aportación a la economía, dado que beneficia a la sociedad en aspectos como la inclusión social, el bienestar personal o la educación.
¿Cómo lidian los artistas y trabajadores culturales con la precariedad? ¿Cómo se configura el trabajo artístico en una sociedad que impone la exigencia del rendimiento? ¿Cómo sería una sociedad donde el arte fuese considerado un bien social, una riqueza que hay que proteger y apoyar? ¿Es el espacio doméstico un nuevo escenario de hiperproductividad laboral en condiciones precarias? En Gente con clase, la cultura aún no se come, con Juanjo Castillo, portavoz de la Coordinadora de Trabajadores de la Música; Juan Cid, técnico de sonido de PEATE (Plataforma de Asociaciones Técnicas de Espectáculos y Eventos); y Cristina Bermejo.