En ocasiones la historia tiene su propio ritmo, sus propias necesidades urgentes y sus propios planes al margen de sus protagonistas. A veces se adelanta ultimando detalles y deja para el final la selección de los personajes que jugarán papeles esenciales y, a veces, le viene bien que esos papeles no los jueguen personas especialmente dotadas. Sólo así puede llevar a cabo sus planes. Todos los grandes movimientos son consecuencia de muchos otros pequeños y grandes, de muchas voluntades, de muchos intereses y circunstancias. De una mezcla específica de muchas inteligencias y muchas necedades.
A veces, da la impresión de que sencillamente algunos personajes estaban en el lugar equivocado en el momento menos oportuno.
María Antonieta y Luis XVI tenían 14 y 16 años respectivamente cuando se casaron. Él era tosco y de entendimiento limitado, ella convencional, tendiente a la frivolidad pero de gran belleza. Habrían caído ambos en el olvido si no llega a ser porque protagonizaron algunos de los sucesos más inquietantes de la humanidad.