En los seis años y medio que perteneció a la disciplina valencianista, a Éver Banega le pasó de todo, desde quemar un Ferrari hasta atropellarse a sí mismo, desde publicar un vídeo en el que se masturbaba hasta llegar borracho a un entrenamiento. Banega no dejó huella en el terreno de juego, pero su legado fuera de la cancha es el de un canalla de primera
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