La diosa hindú Kali, deidad del tiempo, la muerte y la destrucción, es considerada en ocasiones símbolo del amor maternal y figura protectora a la que acudir en busca de amparo. No obstante, suele representarse como una temible figura de múltiples manos, con el cabello despeinado, la lengua extendida, un collar de cabezas humanas y un cinturón adornado con brazos cortados. Sostiene en una mano una cabeza humana de la que gotea sangre y, en la otra, un cuchillo.
En esta historia, Kali muestra su aspecto más temible, en el que se realizan ofrendas de sangre en su nombre, e incluso sacrificios humanos. Fue, de hecho, en busca del favor de esta deidad que dos niños aparecerían brutalmente asesinados en los primeros meses del año 1981.