Las familias, y las barriadas, tienen una forma de interpretar que se transmite de generación en generación, como si las puertas de la sangre, al igual que las de los patios y las fiestas, siempre estuvieran abiertas. Jerez es bulería, pero también taranto y seguirilla. Dicen que sus vecinos, especialmente los de Santiago, San Miguel y La Albarizuela, no buscan gustar, sino doler. Y así cantan y tocan.